El terremoto de Japón - Tokio 9.0

En primer lugar decir que estamos bien y agradeceros a todos el interés y la preocupación mostrados. Han pasado más de 24 horas desde la brutal sacudida que ayer conmocionaba al mundo. Me dispongo a compartir esta experiencia con vosotros, aunque os pido perdón si la redacción o los detalles no son todo lo correctos que debieran, pues desde ayer apenas he llegado a dormir cuatro horas.

Once de marzo, en la región de Hakone a 88 km de la capital nipona. Llegamos con sol y buen tiempo, pero a las pocas horas el cielo se nubló y empezó a soplar viento bastante fuerte, aunque no le dimos ninguna importancia. Tras varias visitas entramos a comer a un restaurante al lado del lago. Antes de pagar la cuenta fui un momento al servicio. Al volver en principio todo parecía normal, pero nada más sentarme Jose me comento que nos estábamos moviendo. Yo en principio no daba crédito, pero en breves segundos el edificio entero empezó a vibrar. Inicialmente pensamos que era un simple seísmo de los múltiples que tienen en el país a lo largo del año. Cuando platos y vasos empezaron a caer, las sacudidas subieron en intensidad y la gente se metió debajo de las mesas y salir a la calle, nosotros hicimos lo mismo. Salimos tan rápido como pudimos. Fuera los barcos sobre el lago se balanceaban de un lado a otro y el trafico quedo paralizado. Tras la fuerte sacudida la dueña del restaurante encendió la televisión y en pleno directo y en perfecto japonés empezaron a dar toda la información.

Ante nuestro desconocimiento sobre lo que había ocurrido y pensando que en principio no era nada grave, pues donde estábamos no hubo apenas daños materiales, seguimos ruta por la montaña. Pasaron unos 30 minutos hasta que sentimos las primeras dos replicas y algo más hasta las dos siguientes, justo antes de parar en una vieja posada a tomar un saque caliente. Cuando entramos solo el sonido de la radio rompía el sepulcral silencio. Las pocas personas que había dentro estaban todas con el móvil en la mano y con cara de preocupación. Fue entonces cuando nuestros peores pensamientos comenzaron a tornarse realidad. Apuramos la bebida lo más rápido que pudimos y seguimos ruta hasta llegar a la primera parada de autobús que nos llevase de vuelta a la estación de Hakone yumoto. De camino a la parada y espiando la televisión de algunas casa a través del cristal vimos las primeras imágenes de la catástrofe y se nos encogió el corazón. “Algo gordo ha pasado" dijimos los dos a la par. En cuanto bajamos del autobús y conseguimos conectarnos a internet, leímos las primeras noticias. No pudimos más que estremecernos y llamar a casa inmediatamente para decir que estábamos bien.

Lo siguiente fue el comienzo de la odisea. Entramos a la estación y todos los trenes a Tokio estaban parados. Comunicaciones cortadas y mucha gente tirada sin saber que hacer o a donde ir. Finalmente anunciaron que los trenes estarían parados hasta el día siguiente, por lo que no nos quedó otra que buscar alojamiento. A las diez de la noche ya estábamos en la habitación. Nos dimos un baño rápido para tratar de relajarnos y salimos a comprar algo de cenar a la tienda de 24 horas. Estanterías vacías y lo justo para hacer unos bocadillos es lo único que conseguimos. De vuelta en la habitación y al poco de encender la televisión sentimos una nueva sacudida. Se me puso la carne de gallina y tratamos de salir corriendo al pasillo, pero por suerte el temblor no duro demasiado.

Las noticias se sucedían y no podía despegarme del televisor. Al final conseguí irme a dormir sobre las tres de la mañana, no sin antes sentir un último temblor.

Nos despertamos pronto y después de desayunar fuimos a la estación. Hubo suerte y los trenes ya estaban funcionando. El camino de vuelta es de los peores viajes en tren que recuerdo. La tensión dentro de cada vagón era inmensa y el silencio solo se rompía por el llanto de algún niño. Llegamos a shinjuku, donde los cercanías estaban empezando a funcionar y tuvimos la gran suerte de que nuestra línea ya estuviese en marcha.

Los vagones estaban a rebosar y el tráfico de gente indescriptible. Por fin llegamos a nuestro destino y, llenos de incertidumbre y con pasos titubeantes, logramos alcanzar nuestro albergue. Todo estaba bien, no se había caído nada.

Paramos para una pequeña reflexión y salimos a pasear por la ciudad para valorar el alcance de la catástrofe.

En principio todo estaba bien, no hemos visto ningún gran desperfecto, solo algunas fugas de agua en el metro, pero nada grave. Lo peor ha sido ver la cara de la gente y algunos campamentos de refugiados que aún quedaban por la ciudad. Calles vacías, comercios cerrados y un silencio aterrador por todas partes.

Entrada la tarde nos llegan varios Correos que nos recomiendan acudir a la embajada, y hacia allá nos dirigimos. Nos hacen una fotocopia del pasaporte y nos piden que rellenemos unos papeles. Allí nos encontramos con nuestro amigo Unai, al que no podemos más que agradecerle todo el esfuerzo e interés mostrado.

Vuelta al albergue y nueva sorpresa, los problemas con la central nuclear crecen y para colmo nos toca una nueva replica. De nuevo salimos corriendo de la habitación.

Nos vamos a cenar y las calles están desiertas, algunos coches de policía en las esquinas y gente cargada con bolsas. Las tiendas de 24 horas se están quedando sin existencias. Los estantes están completamente vacíos. No nos lo podemos creer. Consigo comprar un periódico y algo para desayunar mañana.

 Las noticias siguen cayendo con cuentagotas y de vez en cuando suenan sirenas. La preocupación viene a va al mismo ritmo de las sacudidas.

Es casi la una de la mañana y por ahora eso es todo lo que puedo contar de pasada. Voy a ver si consigo ver algún canal de noticias para irme actualizando. Las próximas horas parecen fundamentales.

Seguiremos informando tan pronto como dispongamos de más datos o impresiones. Probablemente esta noche también me quede hasta las tantas viendo noticias.

Besos y abrazos.