Al sur de Granada

11 agosto 2011

Han pasado bastantes semanas desde la última vez que me decidí a escribir unas cuantas líneas en este blog. Las razones diversas, aunque etéreas. Desde entonces han pasado muchas cosas en mi vida, unas con más trascendencia que otras, pero que no dejan de darle sentido a cada día que pasa. Lo que por suerte no deja de pasar, como cada año desde hace más de una década, es mi camino hacia los vestigios del que fue, y en la memoria de los románticos y enamorados del misticismo de una época siempre será, el Reino Nazarí de Granada. De su capital, coronada por el palacio de la Alhambra y arropada por el Albaicín, lo único que puedo decir más allá de todo lo sabido es esa frase que reza: “Dame limosna mujer, que no hay en la vida nada como la pena de ser ciego en Granada”.

La Alhambra en Granada


Si seguimos camino hacia el sur, pasadas las Alpujarras y superada la serranía, el mediterráneo en todo su esplendor aparece ante nosotros. Zigzagueando junto a la costa, una vez pasado el castillo de Salobreña, seguramente nos encontraremos con alguna vieja atalaya que aguanta erguida el paso de los siglos dándonos la bienvenida a todo un paraíso en la tierra. Cuando los fenicios atracaron por primera vez en estas costas quedaron prendados de un emplazamiento al que bautizaron como Sexi y que más tarde, habiendo el latín conquistado ya la península y dado paso a la España de los califatos, paso a llamarse Almuñecar.

Como dijo Washington Irving, estoy pisando una tierra encantada y me encuentro rodeado de románticos recuerdos. Sin embargo, y pese a que estar aquí es todo un festín para los sentidos, mis estancias en este edén no tendrían el mismo sentido sin la compañía y amistad de quienes comparten este placer. Y es que la magia de este lugar hace que las conversaciones que se dejan pendientes un año se retomen al siguiente como si los días no hubiesen pasado. Compartimos un sueño que no tiene fin en mi memoria, pues siempre llevo marcados a fuego los recuerdos generados, como las barbacoas con salto desde el peñón tal y como nuestras madres nos vieron al nacer bajo un manto de estrellas. En mis oídos las risas, en mis ojos el brillo de la luna sobre el mar, en mi corazón los amigos.

Playa de Almuñecar en Granada


Cae ya el sol junto al mar, reflejando el viejo peñón y sombreando el perfil del castillo. La luna se asoma al mundo y el viento mueve la arena, las olas rompen con brío. La noche se aproxima un día más y mi idilio se acerca a su fin, hasta entonces, seguiré disfrutando de la vida y del afecto de esta tierra y sus gentes como no podría ser de otra forma, sexitanamente.


Amigos en almuñecar

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