La puerta de Asia

25 enero 2012


Creo que ha llegado el momento de emprender uno de mis propósitos blogeros para este año. Antes o después iba a acabar llegando el día de cambiar un poco de aires y comenzar a recuperar los viajes previos al nacimiento de esta página, que no son pocos, y ampliar un poco las miras hacia nuevos proyectos y aventurillas variadas que ya se están gestando en mi cabeza. Por supuesto seguiré hablando de Japón, pues no podemos olvidar los orígenes tan rápido; además aún quedan muchas anécdotas que narrar y lugares que compartir.

Para no romper de golpe el idilio que mantengo con oriente y a modo de puente intercultural, me gustaría iniciar esta nueva etapa con una introducción de, si nos atenemos al clasicismo geográfico e histórico, la primera vez que pise el continente asiático hace casi dos años. Conmemorando el fin de la carrera me encontraba volando hacia la región de Capadocia, cuna de civilizaciones como me gustaba presentársela a mis compañeros, ubicada en la actual Turquía. Desde el primer momento, pese al frío y la nieve, de la que dimos buena cuenta en forma de bolazos, empecé a imaginar leyendas de la ruta de la seda, a los primeros habitantes que dejaron su marca en las múltiples construcciones en piedra caliza, batallas y asedios, cuentos de califas. Es impresionante, e incluso intimidante, tener milenios de historia al alcance la mano y poder recorrer estancias que no han perecido con el paso de los siglos.

Hagia Sophia por la noche en Estambul
Hagia Sophia por la noche

Tras unos días de disfrute en la tierra de las hadas, cruzamos el país parando en Ankara, actual capital, donde recorrimos el museo de las civilizaciones intentando interpretar la escritura cuneiforme y saludando al mismísimo Rey Midas; bueno, lo que queda de él. Por el camino una extraña epidemia de gastroenteritis, de la que tuve la enorme fortuna de librarme (creo que mi estómago está bien curtido), empezó a hacer estragos. A pesar del mal trago pasado por algunos, creo que la cara les cambio cuando cruzamos el estrecho del Bósforo y contemplamos Hagia Sophia iluminada. Estábamos en Constantinopla.

En las chimeneas de Hadas en Capadocia
En las chimeneas de Hadas en Capadocia

Siempre recordaré el viaje con mucho cariño, sobre todo por la buena compañía, las anécdotas que se gestaron, la eternidad de risas que gastamos y los momentos que compartimos. En el plano personal gane cierto prestigio como guía, más oficioso que oficial y por amor al arte, que alguna cerveza me valió. Me quedé con ganas de visitar la costa, repleta de ciudades con historia como Troya, Éfeso, Pérgamo, Mileto y tantas otras. Estoy seguro de que volveré, aunque no sé cuándo.

En aquel entonces no estaba ni cerca de imaginar que en tan solo un año volvería al extremo contrario del continente para ver nacer al sol. 


Nieva en Capadocia
Por tierras de Anatolia

En el palacio Topkapi de Estambul
En el palacio Topkapi de Estambul

Entrada al mar Negro
A las puertas del mar Negro

Mercado en Estambul


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